Decir gracias

Llevo poco tiempo viviendo en Jerez y no soy aficionada a los toros, así que no me condenen si confieso que hasta hace muy poco no sabía quién era Álvaro Domecq, más allá de la avenida que lleva ese nombre en la ciudad. He estado varias veces en la Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre viendo bailar a los caballos andaluces, pero tampoco conocía la historia de esta institución. Sin embargo hace unas semanas, la inquieta Lola Rueda me habló de don (ella siempre le da este tratamiento respetuoso) Álvaro Domecq Romero (hijo del que da nombre a la Avenida) y su gran labor en favor de la ciudad, entre otras muchas cosas, como fundador de la Real Escuela que lleva el nombre de Jerez por todo el mundo. Me dijo que pretendía hacerle un homenaje por esa gran contribución que ha realizado don Álvaro durante tantos años, sin darse importancia, y sin esperar un reconocimiento.

Emocionado Álvaro Domecq

Emocionado Álvaro Domecq

No dudé en brindarle mi apoyo, sobre todo para dar a conocer el acto a través de Sinlímites Comunicación, y ayer el rejoneador y empresario bodeguero recibía emocionado los agradecimientos y aplausos de representantes de la sociedad jerezana. El mismo homenajeado señalaba con razón que hay muchas otras personas que merecen igual reconocimiento, y yo me pregunto por qué tan pocas veces sabemos aplaudir y dar las gracias a quienes han hecho un trabajo en beneficio de todos. Por qué casi siempre esas loas llegan tras la muerte del susodicho, y casi obligatoriamente “para quedar bien”. Hay personas que (legítimamente) trabajan en su propio beneficio, y hay otras que, además, se ocupan de mejorar la vida de todos, o contribuir al futuro de su ciudad o su país, ya sea de manera muy visible, como puede ser don Álvaro Domecq Romero, o más modestamente cualquier ciudadanos de a pie. E igual reconocimiento merece uno que el otro, porque no todos contamos con los mismos medios. Todos deberíamos poner nuestro granito de arena, más ahora en que la suma de todos es más importante que nunca para salir de la depresión colectiva en que nos han metido. Así que, en nombre de cada pequeña o gran contribución al bien común, ¡gracias, don Álvaro!

Amparo Bou, 21 de junio de 2013